
En primer lugar merece estar el curioso caso de la famosa aviadora estadounidense Amelia Earhart, un verdadero ícono del feminismo bienentendido. No fue un accidente estrictamente hablando, simplemente su avión se perdió en medio del océano pacífico cerca de la isla de Papúa Nueva Guinea, en el año de 1937. Hasta la fecha no hay certeza del encuentro de sus restos.
En el ámbito de la política, podríamos nombrar a dos personalidades. El también estadounidense John F. Kennedy Jr., quién se estrelló por accidente (sí, cómo no) junto a su esposa y cuñada en el océano atlántico en el año de 1999. Y aún más intrigante es el caso del secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño durante el sexenio del presidente mexicano Felipe Calderón. El sitio del percance tuvo lugar sobre Paseo de la Reforma, próximo a Polanco en la Ciudad de México, cuando la aeronave se perfilaba para aterrizar. Se especula que pudo haber sido un atentado, ya que su simple presencia en la política nacional le estorbaba a varios de sus contrincantes.
En 1955, la arquitectura mexicana lloró la muerte del entonces Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, el arquitecto Carlos Lazo, ya que su avión se impactó en el Lago de Texcoco. Cabe destacar que fungió como gerente general del proyecto de construcción de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); es por eso qué uno de los talleres de la Facultad de Arquitectura lleva su nombre.

Pero sin duda, el mexicano más famoso que perdió la vida en un accidente aéreo fue el ídolo del pueblo, el actor y también cantante Pedro Infante. Anteriormente ya había tenido otro accidente (en realidad, dos) por el cual le colocaron una placa de platino en el cráneo, al habérsele fracturado durante el impacto. Por desgracia, sus casi tres mil horas de vuelo no sirvieron de mucho cuando falló su avión, poco después de despegar de Mérida, Yucatán. Sus restos fueron casi irreconocibles por lo calcinados que estaban; sólo pudieron identificarle por una esclava de oro que llevaba en uno de sus brazos. El personaje Ernesto de la Cruz de la película de Disney Pixar Coco, está basado en él.
Pero la música ha sido quien más ha tenido que llorar a sus intérpretes, pues es la rama en la que yo conozco que han muerto más famosos. El gran Carlos Gardel, leyenda del canto y tango, tuvo la desdicha de morir sin siquiera haber despegado su avión cuando este se topó contra otro en la misma pista de despegue. Vaya suerte.

El cantante de soul Otis Redding tuvo la misma suerte en 1967, falleciendo junto a él varios miembros de su banda a solo unos minutos de aterrizar en su destino en Wisconsin.
El rock también ha llorado la muerte del guitarrista Randall "Randy" Rhoads, conocido por su asociación con Ozzy Osbourne cuando este último comenzaba su carrera como solista. Una lástima que no hayamos escuchado más del virtuosismo del buen Randy, catalogado como uno de los mejores guitarristas de la historia del rock.
Pero sin duda una de las tragedias aeronáuticas más tristemente famosas y triplemente trágica fue la de la muerte de Buddy Holly, Ritchie Valens y "The Big Bopper" Richardson. Aquel día fue llamado como "el día que murió la música" (tengo serias dudas de ese título) pues las tres promesas del rock & roll partieron el mismo día. Todo se debió a la mezcla de una mala decisión al abordar una avioneta bajo el mando de un piloto inexperto y al mal clima que hubo aquella noche.
Y aunque Ritchie Valens nació en Estados Unidos, tenía sangre mexicana, así como la última connacional famosa en fallecer en un accidente aéreo, que fue la cantante de banda Jenni Rivera. Siendo sinceros, no soy fanático en lo absoluto de sus canciones y género musical. Esto sucedió en 2012 y también se rumora que en realidad todo fue un teatro, pues fingió su muerte para desaparecer y evadir problemas que tenía con el narcotráfico.
Pasando a la música clásica, también se estuvo de luto en 1995 cuando el gran director de orquesta (y probablemente el mejor mexicano hasta la fecha) Eduardo Mata estrelló su aeroplano cerca de la ciudad de Cuernavaca. Una verdadera tragedia, pues aún quedaba mucha carrera suya por delante. A él le debemos la creación de la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) y la construcción de su propio recinto, la hermosa Sala Nezahualcóyotl. Por cierto, la Orquesta Juvenil de la misma institución lleva su nombre, como ya comenté en esta entrada.
Y en otras disciplinas, la literatura ha perdido al buen Jorge Ibargüengoitia (Instrucciones para vivir en México, léanlo) y al aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, autor del celebérrimo libro casi autobiográfico El principito, en el cuál dejó muy clara su afición a los aviones.

¿Casualidad del destino? ¿Capricho del Dios en el que creían? ¿Simple azar? ¿Errores humanos o mecánicos? No lo sabremos nunca a ciencia cierta, pues pocos son los casos que arrojan un peritaje preciso. Pero lo que sí es un hecho es que a los aviones les gusta "matar" famosos; cosa muy curiosa porque, a pesar de que las estadísticas lo mencionan como el medio de transporte más seguro, es el que ha cobrado más vidas de personajes importantes.
Seguramente en mi ignorancia me faltó mencionar a varios otros, pero por el momento creo que con estos basta. Si ustedes saben de algún otro, podrían dejarlo en los comentarios. Y por último, no podría estar completa esta entrada sin su contraparte, la de aquellas personalidades que sobrevivieron a un accidente aéreo. Pero eso ya será para otra ocasión.
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