De nuevo en la Neza con la Obertura Las Hébridas de Felix Mendelssohn, Fábula de Héctor Quintanar y Los Planetas de Gustav Holst en los atriles, interpretados por la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata. Fui a este concierto más que nada por el plato fuerte, la obra de Holst, y la cosa marchó más o menos bien, aunque hubo varios factores que me agriaron la noche.
La OJUEM (llamada así en honor al más grande director de orquesta mexicano que hemos tenido) es una orquesta juvenil que, a pesar de estar conformada por personas no mayores de 30 años - en algunos casos hasta menores de edad - no tiene un nivel mediocre para las circunstancias en las que se mueve; al contrario, se ve una sinergia y unión entre sus diferentes secciones y eso hace que la colaboración y nivel de compromiso sea mayor. Por otro lado, tienen la ventaja de contar con un director fijo desde hace muchos años, el señor Gustavo Rivero Weber, cosa que puede ser benéfica si la dirección es correcta, pues se acostumbran a trabajar juntos y se conocen sus fortalezas y debilidades. Les he escuchado en unos cuantos conciertos: una Pastoral de Beethoven que me llenó de emoción, ya que si técnicamente no fue de lo mejor, sí lo fue interpretativamente, entre otras obras.
Hasta aquí todo bien. El problema esta vez fue que, a diferencia de anteriores donde la orquestación requerida ha sido pequeña, en esta ocasión el plato fuerte de la noche es una obra que requiere de un número de efectivos dentro de la masa orquestal mucho mayor, y de gran virtuosismo por parte de los músicos, digamos que tampoco es como interpretar alguna polka francesa de los Strauss. Pero vayamos desde el principio.
Las Hébridas tuvo una interpretación un poco más plana de lo que se podría esperar, menos lograda que la que le escuché a Massimo Quarta y la OFUNAM días antes en el mismo recinto. Sin embargo, hubo cierta dosis de arrojo e ímpetu, algo característico en los músicos jóvenes.
De la obra de Héctor Quintanar conozco muy poco y lo que pude escuchar en su Fábula no me sorprendió ni me disgusto, pasó sin pena ni gloria. Digamos que me recuerda un poco en su manejo de los metales muy "pueblerinos" a Janitzio de Silvestre Revueltas, página mayor en genio compositivo. La intervención del Staccato Coro Universitario Estudiantil fue un tanto mediocre, falta de volumen, matices y dicción.
Para la segunda parte del concierto, se colocaron dos pantallas a ambos lados del escenario para proyectar video de cada uno de los planetas que se retoman en la obra de Holst. Un error desde mi punto de vista, ya que el brillo de las mismas molestó a más de uno (como podrán ver en la foto más abajo) por no hablar de la visibilidad que quitaban desde las gradas laterales a la orquesta y la distracción que causaron, no dejando que la gente se concentre en la obra y la orquesta. Eso sí, la iluminación en tonos morados en los bordes del escenario se agradece, ya que crea la atmósfera idónea para una obra de este tipo.
La interpretación de Los Planetas fue de menos a más, quedándose en cumplir más que en sobresalir, habiendo muchos puntos a mejorar, los cuales atribuyo en su mayoría a la dirección poco atenta al detalle y decibélica de Rivero Weber, cosa que ahora me sorprendió dadas las ocasiones anteriores en que lo había notado con mayor compromiso. Hubo muchos efectos de cara a la galería, para apantallar al público con fortísimos ya estridentes por parte de las percusiones, mismas que técnicamente están bien pero deben ser controladas en ese aspecto, su volumen. La sección de los metales fue la más sobresaliente a excepción de los cornos, no por nada es uno de los instrumentos más difíciles de toda la orquesta. Las maderas estuvieron mejor que incluso varios de su colegas de la OFUNAM. Pero la sección que mermó más toda la ejecución de la obra fue la de cuerdas. Se quedaron cortísimos en volumen, hasta el punto de ser inaudibles en Marte, o ya ni hablemos de lo poco empastados que sonaron los violines en el inicio de Júpiter. Repito, todo esto lo atribuyo a un trabajo flojo que hizo el director, que es ahí donde se debería notar su labor al exigirles en los ensayos la corrección de estos detalles. Un punto a favor fue el sólo de violín en Venus por parte del concertino Zahil Guevara, que arrojó las dosis correctas de ternura y melancolía sin caer en lo blando o cursi. También sobresalió la orquesta en Urano, con esos pasajes grotescos y sorpresivos tan bien llevados por parte de los jóvenes músicos. Y el coro estuvo mejor en Neptuno que en la primera parte del concierto.
Lo que más me molestó en toda la noche, fue la presencia de ese maldito público irrespetuoso y valemadrista. A este punto los aplausos entre movimientos salen sobrando de mi molestia, ya que lo adjudico a la ignorancia de la gente que asiste a estos conciertos (aunque cabe aclarar, en el programa de mano viene la duración aproximada de cada movimiento y en ocasiones menciona que no se aplauda hasta el final de la obra), vamos, que es pasable. Pero lo que me parece imperdonable y una auténtica falta de respeto es que se la pasen hablando ¡en pleno evento! ¡Por favor! No estamos en un concierto de Rock ni en un maldito Vive Latino como para estar haciendo semejante desmadre. Creo que esto me motiva a escribir en algún momento sobre algunas reglas de "etiqueta" básicas para asistir a un concierto de música académica. No soy el más purista o conservador melómano, pero si exijo el mínimo de consciencia y respeto.
Resumiendo, en cuestiones técnicas e interpretativas me quedó a deber la OJUEM al igual que Rivero Weber, si bien hubo algunos momentos memorables. Aún así, lo disfrute dentro de lo que cabe, ya que es imposible no rendirse ante obras de este tipo (Los Planetas), una de mis favoritas suites orquestales.
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