Regresando a la Neza: ¡Puro Mendelssohn!

La noche del sábado 20 de Octubre regresé a mi adorada Sala Nezahualcóyotl (para los que me leen del extranjero, es la mejor sala de conciertos de México y, muy probablemente, de Latinoamérica; no lo digo yo, lo dicen quienes han tocado en ella) de la mano de mi amada Gigi, para presenciar un programa con sólo Mendelssohn en los atriles: Obertura "Las Hébridas", Op.26, Concierto para violín en Mi menor, Op.64 y su Sinfonía No.4 en La mayor "Italiana", Op.90. A algunos podría parecerles aburrido el sólo escuchar a un mismo compositor, pero cuando las obras seleccionadas son de esta talla no se puede opinar así.

Tenía tiempo de no haber ido a escuchar a la OFUNAM (Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México) por varios factores: porque la programación de las dos primeras temporadas no fue de mi total atención y principalmente por la falta de tiempo. Ahora que regresé, quise hacerlo con este programa, ya que todas estas obras son de mi total agrado, más en específico las dos últimas.

La velada se desarrolló ahora de una manera muy amena, siendo ausentes las clásicas e inoportunas interrupciones de aplausos a cada término de un movimiento; muchas veces me he preguntado si se debe a que con estos programas de piezas no tan populares la gente que va es más "seleccionada", sin afán de desdeñar a nadie.

"Las Hébridas" tuvo una ejecución satisfactoria sin llegar a lo extraordinario. El maestro Massimo Quarta supo desplegar la poesía que requiere la obra con sus respectivas dosis de nervio o drama, haciendo buen uso de fortes y pianos

Posteriormente, tocó el turno de cambiar la batuta por su Guadagnini de 1765 y comenzar con esa belleza que es el Concierto para violín en Mi menor. Aquí, como en varias ocasiones anteriores, Quarta fungió como solista y director, cosa que tiene por sí misma admiración extra. Hizo gala de una muy buena técnica en el instrumento y sintonía con la partitura, aplicando el adecuado amargor y ternura en el primer movimiento (las notas finales de la cadenza las hizo con staccato, algo que pocos prodigios del violín logran), el lirismo al segundo y virtuosismo al tercero. A diferencia de otras ocasiones, no estuvo falto en imaginación interpretativa y nos ofreció una muy buena versión de la magnífica obra; la orquesta hizo lo suyo sin rezagarse y sabiendo llevar al violín en perfecto equilibrio.

Para terminar, la Sinfonía "Italiana" tuvo una buena ejecución, si bien aquí hubo algunos pasajes un poco atropellados y no del todo claros, en específico en el primer y cuarto movimientos, donde a la cuerda se exige rapidez y virtuosismo. También en algunos momentos se escuchó algo "camerística" la interpretación, dejando a chelos y contrabajos en segundo plano, sin las notas graves que se requieren en ciertas frases.


Con todo y altibajos, no se puede negar que el nivel de la orquesta ha subido considerablemente desde la llegada del maestro italiano, principalmente la sección de metales que antes no daba siempre el ancho. También en la variedad de programas que se han presentado se ha notado la influencia de Quarta. Fue una velada que me dejó con un muy buen sabor de boca, algo que ya extrañaba desde hace tiempo, y que mejor que haya sido con puro Mendelssohn.

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