Concierto de Año Nuevo 2019: las brumas germánicas no le hacen justicia a los Strauss

Después de unas muy merecidas vacaciones, regreso al ataque con el blog pero no de la manera que más me hubiera gustado. Y es que les prometí escribir acerca del Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena de este 2019; pero la verdad es que me quedé con un mal sabor de boca (todo lo contrario al fin de año anterior) y no me salía la más mínima inspiración para dedicar unas líneas a la floja labor del señor Christian Thielemann. Pero lo prometido es deuda, así que les daré mi punto de vista.


Ya que es la primera vez que escribo al respecto, les explicaré a grandes rasgos que es el mentado Concierto de Año Nuevo: es un concierto de música clásica que lleva a cabo la genial Wiener Philharmoniker (Filarmónica de Viena) desde 1939 (salvo unos pocos años en que no se realizó) a la fecha, en la hermosísima Goldener Saal (Sala dorada) de la Musikverein vienesa. Es así como gente de todo el mundo asiste a la capital de la música para presenciar semejante desmelene de exclusividad, opulencia y genialidad musical. Ahora, aquí tienen 10 puntos básicos para entender el concierto:

1.- El concierto principal es el 1 de Enero, pero el 30 de Diciembre del año anterior se lleva a cabo el ensayo general y 31 es el llamado Concierto de San Silvestre, ambos conciertos son sorteados al igual que el estelar y contienen el mismo programa. El Concierto de Año Nuevo comienza a las 11:15 a.m., hora local, así que no conviene irse de juerga la noche del 31.

2.- El concierto, desde 1987 con Herbert von Karajan, tiene cada año a un director invitado distinto, pues la Wiener Philharmoniker no ha tenido nunca un director artístico en el sentido estricto de la palabra; siempre se han dejado dirigir por aquellos que consideran los mejores de su momento.

3.- No es cualquier concierto al que puedas llegar y comprar tu boleto, pues es tanta la demanda a nivel mundial, que los poco más de 2000 boletos son sorteados completamente al azar vía internet. Cualquiera puede participar por un máximo de dos boletos, siempre y cuando tengas el dinero para pagarlos (de 25 a 1100 euros por asiento) y para viajar a Viena en temporadas invernales. El sorteo se lleva a cabo las primeras semanas de Febrero del año anterior al siguiente concierto.

4.-  La principal protagonista de la noche es la música de la dinastía Strauss, pues ocupa por lo general un 85% del programa, repartida entre obras de Johann Strauss padre y sus hijos, Johann Strauss II, Josef Strauss y Eduard Strauss. De hace un tiempo para acá, se agregan al programa piezas de los compositores contemporáneos o ligados de alguna forma a la familia Strauss.

5.- Es también tradición que, una vez terminando el programa, se ejecuten algunas "propinas" previamente elegidas por la orquesta y director. 

7.- Después de los encores, siempre se concluye con el rey de todos los valses, An der schönen blauen Donau (El Danubio azul), que tradicionalmente en sus primeros compases es interrumpido por las palmas del respetable e inmediatamente después, el director en turno dedica junto con la orquesta un feliz año nuevo a los presentes. Concluye el concierto con la famosa Radetzky-Marsch (Marcha Radetzky), en la que el público suele acompañar a la orquesta con aplausos a discreción del director.

8.- Es televisado en vivo en más de 90 países y visto por aproximadamente 100 millones de personas.

9.- Desde hace más de 30 años, suele acompañarse a las piezas musicales durante la transmisión televisiva con videos de diferentes locaciones austriacas y coreografías del Ballet de la Ópera de Viena.

10.- Según los aficionados y la crítica (y yo), ha habido varios conciertos considerados como los mejores, figurando el de Willi Boskosvky de 1979; el sorprendente de Lorin Maazel en 1980, el refinadísimo de Georges Prêtre de 2010 o el de 2014 a cargo de un genial Daniel Barenboim. Sin embargo, los melómanos nos peleamos entre Carlos Kleiber-1989 y Herbert von Karajan-1987; y claro, desde mi punto de vista sale ganando por sobre todos el salzburgués, mi amado Karajan. También incluiría en la lista el de Riccardo Muti del pasado 2018, pues su Danubio y Rosen aus dem süden (Rosas del Sur) tuvieron formidables interpretaciones. Si escuchan o ven vía YouTube cualquiera de los conciertos citados, seguramente se enamorarán de este evento.


¿Y del concierto de este año? Pues no hay mucho que decir... 

Dejando de lado el aspecto de que el señor Thielemann (primer alemán en dirigir el concierto) se ha pronunciado a favor del racismo y homofobia (por ahí se rumora que es gay de closet, lo cual sería peor para sus seguidores ultraderechistas), así como que no es nada agradable verlo dirigir (parece robot), lo juzgaré simplemente como el artista que es, ya que bastante de lo que ha hecho me ha gustado. Precisamente, esas brumas germánicas que le imprime a la música de sus compatriotas y de extranjeros son muy "karajanianas", con tendencia a la ampulosidad, a la perfección en los metales, y los contrastes dinámicos y sonido empastado. 

Pero, por desgracia, el discípulo de Karajan sólo se queda en mero envoltorio muchas de las veces y no logra ofrecernos todo el contenido que nos ofrecía el mítico director de Salzburgo; se queda a medio camino y brinda en repetidas ocasiones interpretaciones con tendencia al narcisismo sonoro y a lo empalagoso, haciendo de valses como el hermoso Sphärenklänge (Música de las esferas) piezas sin la menor arquitectura global, que no llegan al clímax. Su Danubio azul estuvo muy amanerado con tendencia al rubato forzado. Por otro lado, lo rescatable de la noche fueron algunas marchas como la Egyptischer-Marsch (Marcha Egipcia) y la mejor aventurada obertura de Der Zigeunerbaron (El Barón Gitano), pues comprobamos que le sientan mejor sus modos sinfónicos a ésta pieza que al resto de la música de los Strauss, con la cual no está familiarizado el director berlinés.

En fin... Por el siguiente año sí que estoy emocionado, pues viene a dirigir a los Wiener el que considero el mejor director "joven" de la actualidad, el buen Andris Nelsons, que aunque tampoco está ligado a este repertorio, suele ejecutar la música acorde a su contexto y nos ofrece maravillas como su último Bruckner. Ojalá y nos quite el mal sabor de boca que nos dejó la mediocre y desepcionante bruma germánica de Christian Thielemann, quien no le hizo justicia a los Strauss. 


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