Motivado por el título que dentro de poco más de una semana iré a ver y escuchar en Bellas Artes, y continuando con la serie de famosos musicales clásicos - que comenzó con el Huapango de Moncayo - hoy toca turno a una de las favoritas del público conocedor y, también, del que ignora de estos temas. Es un fragmento de una de las óperas más famosas, amadas y mejor escritas-compuestas de la historia de la música; una auténtica cima del intelecto, genialidad y humor, así como una muestra de lo que la humanidad es capaz de hacer cuando de proponerse tocar el cielo se trata. Me refiero a Le nozze di Figaro, o como se conoce en español, Las bodas de Fígaro, del genio salzburgués Wolfgang Amadeus Mozart.
Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart like a boss.
Hablar de Mozart por sí mismo es un tópico, porque la historia le ha hecho justicia a lo largo del tiempo, siendo considerado por muchos melómanos como el Zeus del Olimpo musical, y bien ganado se lo tiene. Aquel pequeño que con 4 años de edad ya dominaba la técnica pianística de su época, que durante sus siguientes 31 años aportaría más a la misma, y no sólo en el piano, sino en el violín, voz y orquesta en general, compuso esta ópera en 1786, justo 5 años antes de su prematura muerte.
Es una mezcla de celos, infidelidades, mentiras y hasta posible incesto, todo esto en una serie de enredos visto desde la faceta graciosa, al más puro estilo de las comedias de aquel siglo. Aún con todo esto, Lorenzo da Ponte escribió el libreto cuidándose de no incluir pasajes demasiado escandalosos, ya que la ópera debía llevar el visto bueno del emperador José II de Habsburgo para su representación en Viena y el resto del imperio. Es así como comenzó la fructífera relación profesional entre estos dos personajes, relación que nos daría tres joyas de la literatura operística: Le nozze di figaro, Don Giovanni (Don Juan) y Così fan tutte (Así hacen todas), la también llamada Trilogía Da Ponte.
El Burgtheater o Teatro de la corte imperial, lugar donde tuvo lugar el estreno de la ópera, bajo la dirección del mismo Mozart al clavecín.
Ahora, a lo que te truje Chencha, la obertura. En cuanto la escuchen se darán cuenta que conocen más de música clásica de lo que creen, y los que ya la conocían se deleitarán de nuevo con la versión que les dejaré: es nada más y nada menos la que considero superior a todas, la de Sir Georg Solti dirigiendo a la London Philharmonic Orchestra (Filarmónica de Londres), una de las mejores grabaciones habidas y por haber de esta partitura. La obertura tiene un tempo rápido, lo que la hace divertida, ágil y alegre (tal vez por eso su éxito comercial hasta nuestros tiempos), comenzando con las cuerdas y el fagot, apabullando con un tutti (toda la orquesta) y volviendo a repetir la misma fórmula, la introducción maderas-cuerdas y la respuesta de la orquesta en un fortísimo; la parte final o coda es un lujo, una muestra completa del genio musical mozartiano, con ese stretto (una figura musical se repite rápidamente y se le acopla otra similar en tonalidad o forma, haciendo un crescendo) que hace a esta pieza tan célebre. Es curioso que, a la usanza del Mozart maduro, la obertura en cuestión no utiliza ninguno de los temas musicales de la ópera, rompiendo la tradición de que la misma debía ser una síntesis musical de los distintos fragmentos importantes de la obra completa, para preparar al público al momento de escuchar.
Ha sido utilizada en comerciales, intros de programas y en algunas películas, como la multinominada y tristemente perdedora de los oscars The Shawshank redemption (Sueño de fuga, 1994). Seguramente seguirá siendo utilizada hasta el hastío, y siempre tendrá adeptos o personas que la conozcan, pues el genio del Dios Mozart trascenderá hasta el fin de los tiempos.
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