250 aniversario de San Beethoven y 10 obras para acercarse a él

Escribir a fondo sobre la vida del gran Ludwig van Beethoven sería pretencioso y poco acertado de mi parte, pues otros ya han escarbado en su trágica y apasionada existencia con mucho mayor tino que el que yo podría expresar en unos pocos párrafos. Sin embargo, sí me gustaría hacer algunas anotaciones a manera de homenaje a uno de los hombres más inspiradores y complejos que ha habido en la historia, y a título personal, uno de los que más me ha llenado en todo momento de mi vida desde que conocí, por primera vez, tres de sus sonatas para piano cuando me compré mis primeros discos a mis 8 años. 


Así como influyó en mí (aunque yo no sea compositor ni mucho menos) también lo hizo con muchos otros. Schubert como primer ejemplo, de quien bendijo diciendo "es verdad que en este chico se encuentra una chispa divina": Brahms, que mencionó tener temor a componer sinfonías a temprana edad diciendo que la vara quedaba muy alta con las escritas por el genial sordo; Wagner, quien confesó "creo en Dios, Mozart y Beethoven"; Tchaikovsky por su parte dijo haber tenido admiración y miedo de su genio al mismo tiempo, y la lista de iluminados es interminable, aún en otras artes o disciplinas ajenas a la música.


Ahora, más allá de la retahíla de tópicos de siempre cuando se habla de Beethoven - que si su padre era alcohólico, vicio que más tarde repetiría; que si tenía un humor de la chingada; que si murió en la miseria, que si fue el gran parteaguas entre el clasicismo vienés y el nacimiento del romanticismo en la música - algo que me gustaría dejar patente en este breve homenaje es lo más importante: como es y qué expresaba en su música. No soy experto en el tema ni mucho menos, además que sabemos que esto de las artes es algo muy subjetivo en cuanto a las emociones producidas se refiere, pero creo que la mayoría de los conocedores y también los que apenas se acercan estarán de acuerdo en que la música del buen Ludwig tiene algunos ingredientes básicos. 


Como consecuencia de una búsqueda y exploración constantes de nuevas formas y sonidos (bien sabida es su afición a pedir fabricar e intervenir directamente pianos, con tal de buscar el sonido que sólo él hallaba en su mente) primero se encuentra una variedad de estilos, cantidad, calidad y conjuntos en su obra -hay de todo y para todos - pero sin perder su propia esencia, sobre todo en etapas intermedias y finales, pues con él como con pocos compositores sientes que todo está "en su lugar", no falta ni sobra una nota, es esa espontaneidad tan natural y fluida de su manera de componer lo que nos lleva al siguiente punto. Un gran sentido del organicismo, entendiéndose esto último como la unificación del discurso musical dentro de una misma obra aunque los movimientos sean dispares entre sí, y también como una gran inspiración de su amada madre naturaleza en muchísimas de sus obras, digamos que de carácter bucólico y ensoñado sin caer en la cursilería (Tchaikovsky) ni en los efectos para apantallar al público (Mahler). Por otro lado, un apasionamiento que invade a la mayoría de sus obras, tanto para lo bueno como para lo malo, pues encuentra la belleza y pasión en lo melancólico, lo triste, lo romántico, lo majestuoso, lo trágico y hasta lo grotesco. Pero por sobre todas las cosas, algo que suena irónico viniendo de una persona solitaria que renegó muchas veces de la sociedad: un gran sentido del humanismo.


Por ello, el aporte de hoy será dar un breve pero sustancioso paseo por las distintas maneras de hacer del gran genio de Bonn, tratando en algunos casos de dejar un poco de lado aquellas obras o movimientos que son de dominio público para conocer un poco más allá de lo que justamente es famoso entre las masas. (P.D. Les debo los enormes y geniales cuartetos de cuerda, aún no me siento con la capacidad de recomendarlos, pues no he escuchado todos).


1.- Concierto para piano y orquesta No.5 en Mi bemol mayor "Emperador", Op.73: III - Rondo (Allegro)
Comenzamos pisando fuerte con una de sus obras magnas. Este tercer movimiento, que tiene una interesante transición desde el segundo, es majestuoso, elegante y virtuoso como pocos conciertos hasta la época lo habían sido (el sobrenombre lo dice) además que explora las posibilidades técnicas del instrumento y nos muestra un lado a veces brillante y otras tantas juguetón y hasta sarcástico. Todo el concierto es una joya en sí mismo. Excelsos Zimerman y Bernstein con la Wiener Philharmoniker. La versión paralela en video la pueden encontrar igualmente en el tubo.



2.- Sinfonía No.1 en Do mayor Op.21: III - Menuetto (Allegro molto e vivace)
Esta primera sinfonía, como era de esperarse, es deudora de Haydn y Mozart, pues su forma es aún muy clásica. El juguetón minueto que nos ocupa nos muestra un lado contemplativo en su parte central pero dinámico en los extremos. El señor Daniel Barenboim es uno de los que mejor le han sacado jugo a esta partitura que algunos consideran menor; excelente la Staatskapelle Berlin.



3.- Sonata para piano No.27 en Mi menor, Op.90: II - Nicht zu geschwind und sehr singbar vorgetragen

Aquí podemos ver una faceta de intimidad, belleza, fraseo y tranquilidad que nos ofrece en una de sus últimas sonatas para piano. El ucraniano Emil Gilels fue un gran intérprete del compositor, una lástima que no terminara su integral de las sonatas que seguramente hubiera estado entre las mejores.



4.- Sinfonía No.6 en Fa mayor "Pastoral", Op.68: IV - Gewitter und Sturm (Allegro)

TODAS las sinfonías de Beethoven son excelentes y aportan algo novedoso, principalmente a partir de la tercera "Heroica". La quinta y la sexta fueron paridas casi al mismo tiempo, así que serían algo así como unos cuates pero de distinto género. Mientras que la quinta marcó un antes y un después en las formas de componer para orquesta por ser revolucionaria, rítmica, obscura y triunfal, hasta cierto punto más ruda y "masculina", la sexta que nos ocupa también marco una pauta al tener los últimos tres movimientos continuos y sin pausa, además de ser cinco en total (una barbaridad para ese entonces) y estar inspiradas en la naturaleza y vida campesina cada una de sus partes. Aquí encontramos de todo: lo ensoñado, lo hermoso, lo "zen" y justamente lo "femenino", aunque el movimiento que les presento es una muestra también de lo virulento y "grotesco" que puede ser Beethoven. El cuarto movimiento, la tormenta, es explícita de lo que un temporal puede hacer y está muy bien lograda en manos del gran Karl Böhm, una vez más con la orquesta vienesa por excelencia.



5.- Missa solemnis en Re mayor, Op.123: Gloria in excelsis Deo
La voz no fue precisamente fácil para el alemán, digamos que no se sentía muy a gusto como en otros géneros; aun así, nos lego esta gran obra que es la Misa Solemne. Es una obra de difícil digestión y gran envergadura, pero en manos de Klemperer con la Philharmonia británica es la mejor versión discográfica que hay, más gloriosa que nunca. Por cierto, que también algunos ciclos de canciones son muy bellos y lindos.



6.- Sinfonía No.9 en Re menor "Coral", Op.125: III - Adagio molto e cantabile

¿Qué se puede decir de la famosa novena? Bueno, que posiblemente los movimientos menos conocidos son el primero y el tercero. Este último es la divinidad (decía Toscanini que cuando se interpretaba este movimiento debía hacerse de rodillas, como si se estuviera frente a Dios), melancolía, tranquilidad y belleza hechas música. No hay más que decir, sólo escuchar. Esta es una de mis versiones favoritas con la Berliner Philharmoniker bajo la batuta del maestro Carlo Maria Giulini.



7.- Sonata para violín y piano No.5 en Fa mayor "Primavera", Op.24: I - Allegro

Aquí de nuevo la elegancia y belleza sonoras permean en una de las sonatas más famosas del sordo, en la que el piano y el violín conjugan muy bien a pesar que el instrumento de cuerda pretende ser el protagonista; una faceta camerística del compositor. Kempff (otras veces vulgar y falso) y Menuhin logran una interpretación muy buena y un tanto ligera.



8.- Sonata para piano No.23 en Fa menor "Appassionata", Op.57: III - Allegro ma non troppo, presto

Contrastando en emociones con la anterior pieza, tenemos una de mis sonatas para piano favoritas. El primer movimiento es misterioso y un poco obscuro, el segundo es miel pura en unas variaciones de primer nivel, mientras que este tercero es agónico, desesperado y trágico: la coda final no tiene madre. Y más si es tocada como lo hace Barenboim (sí, el pianista y director argentino otra vez a la carga, dejando de lado un poco la técnica por una interpretación descomunal) que, para mí y muchos, es el mayor beethoveniano de la historia del disco (con perdón del enorme Arrau).



9.- Concierto para violín y orquesta en Re mayor, Op.61: III - Rondo (Allegro)

Decía el gran violinista Joseph Joachim que este concierto era el más grande e intransigente de entre todos los conciertos para violín. ¿Quién soy yo para negarle esa afirmación? Este último movimiento es humanismo, elegancia y jovialidad pura. Por cierto, de esta versión no encontré el tercer movimiento completo, así que les dejo la ultima parte, la cadenza y el final; también sólo recomiendo este movimiento de esta versión que está magnífico, porque en los dos anteriores pecan de dulzones Mutter y Ozawa.



10.- Sinfonía No.7 en La mayor, Op.92: IV - Allegro con brio
Y finalmente les ofrezco para cerrar con alegría este cuarto movimiento de la genial séptima sinfonía. Si bien, el segundo movimiento es el más conocido por sus aires de misterio y tragedia, este último es virulento, vulgar en el buen sentido y majestuoso, hasta "rítmicamente orgiástico" diría yo. No por nada Carl Maria von Weber afirmó el día del estreno "con esta 'sinfonía' Beethoven declara estar listo para ingresar a un hospital psiquiátrico", aunque no creo que sea peor que la opinión del padre de Clara Schumann, Friedrich Wieck "es preciso reconocer que esta es la obra de un borracho". Sea como fuere, nos habla de lo innovadora, polémica y grandiosa que fue y es esta sinfonía, y más en manos de un Karajan que se salta las trancas con el tempo y pega duro con el fuete a su caballo pura sangre que fue la Berliner Philharmoniker. Bon appetit!




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