Time out de Dave Brubeck: un óleo musical bellamente pintado

Publicación original del 4 de mayo de 2018. Sólo se agregan los datos generales del disco así como la calificación personal de quien escribe este blog
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  • Álbum: Time out
  • Intérpretes: Dave Brubeck (piano), Paul Desmond (saxofón alto), Eugene Wright (contrabajo) y Joe Morello (batería)
  • Discográfica: Columbia Records
  • Año de lanzamiento: 1959
  • Género: Jazz (West Coast)
  • Duración: 38:20
  • Calidad del sonido: 8
  • Calificación: 10
Esta mañana salió en mi reproducción aleatoria del iTunes una pieza perteneciente a uno de los más celebres álbumes de la historia de la música grabada, así que me decidí a escribir mis elucubraciones en torno a él. Este disco es uno de aquellos álbumes que por todos lados son redondos, que alcanzan o aspiran a la perfección. Hablo nada más y nada menos que de Time out de The Dave Brubeck Quartet, conformado por el marcado ritmo de Joe Morello en la batería, los dedos percutivos de Eugene Wright al contrabajo, el sensual saxofón alto de Paul Desmond y el espectacular genio de Dave Brubeck al piano. Tal vez no sea el pianista más alabado por la crítica: no tenía el ingenio improvisatorio de un Bill Evans, la fama de Duke Ellington o el reconocimiento de Oscar Peterson, ni el virtuosismo de un Art Tatum. Y no le hacía falta, porque él era lo opuesto a muchos de sus contemporáneos, no le interesaba la fama ni la gran vida; ahí está lo esencial de su trabajo, qué dentro de esa aparente sencillez existe una gran complejidad.


Time out es música fresca que evoca a la relajación desde el mismo título, invita a una buena charla con, tal vez, cigarros y alcohol de por medio, en un ambiente de intelectualidad, pero a la vez de simpleza y naturalidad donde las palabras fluyen sin barreras. También es para escucharse en la soledad y apreciarse en su totalidad, para disfrutarse en un día lluvioso, fuera de los ajetreos de la rutina diaria. Es considerado por muchos un disco adelantado a su época (1959), tan revolucionario como paladeable. Sobre todo, permean los ritmos y compases fuera de contexto, en esa época en la que el Be bop se resistía al nacimiento del West coast o Jazz de la costa oeste, explícitamente, California. Novedoso con esos contratiempos y cambios de compases de Blue rondo à la Turk, o con esas síncopas repetitivas en Three to get ready Pick up sticks. La ejecución por parte de los cuatro músicos es de primer nivel; no hay lugar para errores, desafinaciones o desfases.


El álbum se integra de siete pistas: Blue rondo à la Turk, Strange meadow lark, Take five, Three to get ready, Kathy's waltz, Everybody's jumpin' y Pick up sticks. Me decantaré en mis dos favoritas.

Everybody's jumpin' es una de esas melodías que te ponen de buenas. Desarrollada en un compás de 6/4, es jocosa y divertida, tanto por su ritmo como por la gama armónica con la que juega (qué muñecas las de Brubeck para lograr tocar esos acordes en semitonos a partir del minuto 0:27), además de ser corta (4:25) y de “fácil digestión”, ideal para los neófitos del Jazz. Comienza con un tema introductorio, el cual se desarrolla con variantes en el medio de la melodía, siendo protagonistas el piano y el saxofón. Al final, después de un remate con la batería, se retorna al tema del inicio para así dar fin a la pieza.

Take five es probablemente una de las diez canciones del repertorio jazzístico más conocidas en el mundo y la historia. Es imposible resistirse al monótono encanto de esta obra (la única compuesta por Paul Desmond, probablemente más genial aún que el mismo Brubeck) que es fácil de escuchar, pero a la vez difícil de apreciar. En su momento llegó a tacharse de bodrio por la crítica, ya que su estructura era poco usual para la época y es caracterizada por una simple melodía a manera de ostinato interpretada por el saxofón, la misma con la que empieza y termina. La parte central está abordada por un sencillo pero magistral solo de batería, mientras que a lo largo de los minutos el piano y el contrabajo sólo sirven de base, con armonías muy simples y repetitivas, para lucimiento de los otros dos instrumentos. Casi toda la obra es tocada en la tonalidad de Mi menor.

Definitivamente, este es un disco que todo melómano debería tener en su biblioteca. Ha habido algunos detractores del Jazz que han sido atraídos por alguna de las piezas de este álbum, convirtiéndolos en “jazzeros de closet”. Es un excelente aporte a la música popular y perfecto para aquellos que deseen adentrarse en este maravilloso género. Lo dicho, Dave Brubeck y su cuarteto hicieron una maravilla en el estudio de grabación de Columbia Records: al igual que la carátula, convirtieron los sonidos en una suerte de óleo musical bellamente pintado.

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