El pasado 8 de febrero fue el concierto inaugural de la primera temporada 2020 de la OFUNAM: la Obertura "Coriolano", Obertura "Leonora" III, el estreno mundial de la obra Lord have mercy on the 21st century y el plato fuerte, la famosísima quinta sinfonía, conformaron el programa. Es así que con motivo del 250 natalicio del genial sordo de Bonn, la orquesta programará sus nueve sinfonías, los conciertos para piano y el triple concierto, así como el concierto para violín y varias oberturas. Además, otra dinámica en celebración del buen Ludwig será que, en cada programa en que se toque alguna de las sinfonías, se estrenará una obra comisionada a algún compositor que se inspire en su compañera beethoveniana de programa, como es el caso de la ya citada.
Pasando al concierto... Lo mejor de la noche fueron la Coriolano y la obra de estreno. La primera, probablemente por su aparente sencillez, estuvo bien ejecutada y vista desde una óptica doliente como lo transmite la obra. La segunda, a pesar de ser su "estreno mundial", también fue muy bien tocada. Sin embargo, en cuestiones interpretativas no hay mucho que decir, pues al parecer no da más para descubrirse en otras facetas; es una obra contemporánea con un notable uso de las percusiones y de los metales, creando en su primera sección una atmósfera misteriosa y hasta tenebrosa, llegando a ser más disonante y estrepitosa en la segunda parte. Aún así, no ofrece gran novedad y cumple a secas con lo solicitado. La compositora de la obra en cuestión es Cristina García, quien dejó la influencia beethoveniana guardada en algún sitio, pues en su composición no hubo el más mínimo guiño al compositor alemán.
Regular la Leonora, pues hubo momentos de brillantez, en específico en su segunda parte y final, ya que la primera pecó de sosa y floja. Pero lo más decepcionante de la noche estuvo en la Sinfonía No.5 en Do menor, Op.67. Al ser una partitura tan tocada, está llena de vicios y manierismos de los cuales es difícil escapar.
Massimo Quarta nos ha demostrado ser un director muy solvente y con varios aciertos que sobrepasan el nivel de los directores promedio del resto del país; sin embargo, me parece que con el lenguaje beethoveniano no se lleva muy bien, no es su fuerte. Haciendo uso de un pincel fino, al director y violinista italiano se le escuchó una versión desinflada y sin cuerda grave, casi se podría decir que "historicista"; le faltó claridad en muchas frases importantes y acentuó otras que no aportaron nada nuevo, habiendo muchos atropellos, principalmente en las cuerdas, que ahora no estuvieron empastadas.
En el Allegro con brio, aquel famosísimo tema conocido en todo el mundo, tuvo de brioso lo que yo de futbolista, nada. Que se opte por tempi más bien rápidos, no garantiza aquella virulencia y garra con que este primer movimiento se asocia. El primer corno de la maestra Elizabeth Segura se desafinó tremendamente; para ser primera silla en la sección no es la primera vez que la escucho cometer esa clase de errores. Lo mejor fue un segundo movimiento más paladeado y un tanto lírico, aunque se echó de nuevo un poco más de fraseo y ampulosidad. El tercero fue de menos a más, con las cuerdas ya más concentradas en los pizzicati y en la fuga. Pero de nuevo, en la extraordinaria transición del Scherzo al Allegro, el tempo fue rápido sin construir una arquitectura sólida que se desplomó al llegar la genial fanfarria, sonando seca, nada triunfal y completamente sin chiste, con unos metales cortados y sin ánimo alguno de majestuosidad; el final de nuevo sonó atropellado y sin la correcta dosis de "solución al problema" que se plantea en el primer movimiento, nos dejó de nuevo en las penumbras con que inicia la sinfonía.
Pasando al concierto... Lo mejor de la noche fueron la Coriolano y la obra de estreno. La primera, probablemente por su aparente sencillez, estuvo bien ejecutada y vista desde una óptica doliente como lo transmite la obra. La segunda, a pesar de ser su "estreno mundial", también fue muy bien tocada. Sin embargo, en cuestiones interpretativas no hay mucho que decir, pues al parecer no da más para descubrirse en otras facetas; es una obra contemporánea con un notable uso de las percusiones y de los metales, creando en su primera sección una atmósfera misteriosa y hasta tenebrosa, llegando a ser más disonante y estrepitosa en la segunda parte. Aún así, no ofrece gran novedad y cumple a secas con lo solicitado. La compositora de la obra en cuestión es Cristina García, quien dejó la influencia beethoveniana guardada en algún sitio, pues en su composición no hubo el más mínimo guiño al compositor alemán.
Regular la Leonora, pues hubo momentos de brillantez, en específico en su segunda parte y final, ya que la primera pecó de sosa y floja. Pero lo más decepcionante de la noche estuvo en la Sinfonía No.5 en Do menor, Op.67. Al ser una partitura tan tocada, está llena de vicios y manierismos de los cuales es difícil escapar.
Massimo Quarta nos ha demostrado ser un director muy solvente y con varios aciertos que sobrepasan el nivel de los directores promedio del resto del país; sin embargo, me parece que con el lenguaje beethoveniano no se lleva muy bien, no es su fuerte. Haciendo uso de un pincel fino, al director y violinista italiano se le escuchó una versión desinflada y sin cuerda grave, casi se podría decir que "historicista"; le faltó claridad en muchas frases importantes y acentuó otras que no aportaron nada nuevo, habiendo muchos atropellos, principalmente en las cuerdas, que ahora no estuvieron empastadas.
En el Allegro con brio, aquel famosísimo tema conocido en todo el mundo, tuvo de brioso lo que yo de futbolista, nada. Que se opte por tempi más bien rápidos, no garantiza aquella virulencia y garra con que este primer movimiento se asocia. El primer corno de la maestra Elizabeth Segura se desafinó tremendamente; para ser primera silla en la sección no es la primera vez que la escucho cometer esa clase de errores. Lo mejor fue un segundo movimiento más paladeado y un tanto lírico, aunque se echó de nuevo un poco más de fraseo y ampulosidad. El tercero fue de menos a más, con las cuerdas ya más concentradas en los pizzicati y en la fuga. Pero de nuevo, en la extraordinaria transición del Scherzo al Allegro, el tempo fue rápido sin construir una arquitectura sólida que se desplomó al llegar la genial fanfarria, sonando seca, nada triunfal y completamente sin chiste, con unos metales cortados y sin ánimo alguno de majestuosidad; el final de nuevo sonó atropellado y sin la correcta dosis de "solución al problema" que se plantea en el primer movimiento, nos dejó de nuevo en las penumbras con que inicia la sinfonía.
Lo dicho, al maestro Quarta se le dan muy bien los compositores del romanticismo, post-romanticismo y modernismo, hasta tiene dotes para la música contemporánea; pero Beethoven no es lo suyo, no supo encontrar - por lo menos en esta obra - aquella difícil mezcla de rebeldía, dramatismo, ensoñamiento y, sobre todo, humanismo que nos transmite el autor. Habrá que esperar a escuchar más en las próximas sinfonías, porque este Beethoven sonó raquítico y no salvado.
Fotografías tomadas del Twitter oficial de la OFUNAM
Fotografías tomadas del Twitter oficial de la OFUNAM
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