La abstención de la Arquitectura en su relación con el medio ambiente

Ensayo escrito como antítesis a la ideología en pro del medioambiente, aquella que permea en la actualidad en muchos rubros de la vida cotidiana nuestra. Fue una labor asignada dentro de la asignatura de Sistemas Ambientales I y el reto consistió en tratar de buscar con qué objetar los alegatos sustentables dentro del quehacer arquitectónico, así como apoyar el hacer una arquitectura a la que no le interese el medio ambiente y sus recursos. Es por ello que no concuerdo en prácticamente nada de lo que he redactado, pero he ahí la dificultad en la escritura del presente ensayo y el desafío que nos fue asignado, pues al tratar de buscar con que rebatir los argumentos es que se crea más conciencia del daño e impacto ecológico que causa la labor del arquitecto.
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Es un hecho que los ecosistemas en los que vivimos actualmente son violentados por muchos factores, entre ellos el de la industria de la construcción. Sin embargo, cabe señalar que hay otras causas principales agresoras y destructoras del medio ambiente, mismas que no frenan su avanzada por distintas razones. De igual manera, la arquitectura tiene suficientes argumentos para no detener su actividad en pro de los temas ambientales, ya que es parte esencial de la humanidad el buscar espacios donde vivir y convivir para todas sociedades. Es por eso que se expondrán algunos argumentos para hacer notar el por qué la arquitectura no debe de encargarse de los temas medio ambientales. 

Garden Santa Fe

Muchos defensores de la arquitectura sustentable han mencionado que el proceso de diseño tiene dos facetas, tanto la parte de construcción por el mismo objeto arquitectónico, como también la destrucción del territorio. Pero la arquitectura, en su faceta doble de técnica y arte, es también una expresión construida de las sociedades que a lo largo de los años ha involucrado el uso de nuevos materiales e innovaciones en el área de la construcción, las estructuras o las instalaciones. Entonces esto la ha llevado enfrentarse al desafío de la sostenibilidad. 

Durante el modernismo que nació en la primera mitad del siglo XX, personalidades como Mies van der Rohe o el propio Le Corbusier hacían sus obras bajo el principio de “menos es más”, mismo que fue desacreditado por el inconformista arquitecto estadounidense Robert Venturi, quien tomó las riendas de la antítesis contra el movimiento moderno, contra la austeridad de lo funcional. Así mismo, la funcionalidad tomó en un principio el significado de economía a la hora de proyectar. Sin embargo, en épocas contemporáneas, esta austeridad se ha convertido en sinónimo de glamur y lujo. Basta con ver los precios exorbitantes de departamentos tipo loft o casas “minimalistas”. Si a esto le agregamos las tendencias contemporáneas de hacer arquitectura amigable con el medio ambiente, resulta que aquel departamento que por sí mismo era ya muy caro, termina por ser inaccesible para la mayoría de la gente. He aquí un argumento para promover la libre creación de arquitectura sin importar su relación con lo ambiental: hacer arquitectura sustentable es caro y poco accesible a la mayoría de los usuarios. 

Un ejemplo de lo último es el siguiente: el uso de sistemas energéticos activos más eficientes reduce la cantidad de energía utilizada por los edificios y por lo tanto reduce su impacto global; pero a su vez, al reducirse los niveles de consumo y costos de la energía, los usuarios tienden a ser menos cuidadosos con el uso de la misma, lo cual aumenta la tasa de consumo y esto termina por hacer inválidos los ahorros iniciales. Aquí se expone una inválida estrategia usada en la arquitectura actual para beneficio de la naturaleza. 

Parque Zaryadye
Otro ejemplo es el caso del Zaryadye, el primer parque público en Moscú en más de 50 años. Se propuso un diseño innovador bajo el concepto del “urbanismo salvaje”, que se define como un paisaje híbrido en el que lo natural y lo urbano conviven para crear un espacio público. Hasta aquí todo muy bien. El problema comienza cuando se menciona qué habrá cuatro tipologías diferentes de paisaje, lo que a su vez genera cuatro distintos tipos de microclimas y la regulación interna de las temperaturas, control de vientos y simulación de la luz del día. Todo esto traducido en costos nos resulta en cantidades monstruosas, mismas que un país primermundista podría pagar sin mucho esfuerzo, pero no es aplicable al resto de las naciones en vías de desarrollo, las mismas que no podrían comprar el departamento del ejemplo anterior. 

A su vez, los argumentos ambientalistas se contradicen, ya que el uso de materiales como el aluminio se manejan como sostenible. Esto, supuestamente, en defensa de la tala de árboles. Pero la contradicción viene cuando nos damos cuenta que los polímeros o materiales metálicos no son fácilmente degradables, en cambio los árboles son renovables y no generan impacto ambiental. 

Ahora, las cuestiones ambientales también han sido un obstáculo no solo a la hora de costear los proyectos, sino también al momento de construirlos. En pro del ambientalismo y supuesta sustentabilidad, se han frenado varios proyectos de gran magnitud y funcionalidad, como es el caso más reciente del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, en el que los ambientalistas enarbolaron la bandera contra el ecocidio con tal de que no se construyera dicho proyecto. Esto a la larga va a causar estragos económicos en el país simplemente por el capricho de algunas personas mal informadas sobre una zona que anteriormente fue lago, pero que actualmente son terrenos baldíos y sin biodiversidad lo suficientemente grande como para tomarla en consideración. Estas decisiones terminan por causar pérdidas millonarias y dañan la economía de una región o país, y para colmo, no siempre cumplen con su supuesto objetivo, el de ayudar al medio ambiente. Es pues cuando se lucra con la naturaleza usándola como propaganda barata para la satisfacción de los intereses de unos cuantos. Si queremos progresar como humanidad, como raza inteligente, es imprescindible que se hagan algunos sacrificios, ya que también es necesidad del humano el de establecer espacios para diversos usos, y no pueden estarse bloqueando solo por las cuestiones ecologistas. 

Estación del metro WTC, Nueva York

Por otro lado, los temas funcionalistas y medioambientales han mermado la producción de “buena” arquitectura. Se ha perdido mucho el sentido de hacer una arquitectura estética en pro del funcionalismo y, en últimas décadas, también de la sustentabilidad; se ha degenerado aquella función de la arquitectura que la hacía participe y protagonista del lenguaje visual e historia de una época en específico, todo esto a causa de múltiples normas y reglamentos que cierto edificio tiene que cumplir para poder ser construido. Es entonces cuando se echa por la borda lo que mencionaba Vitruvio en su tratado sobre arquitectura: que está debía seguir las premisas de utilitas, venustas y firmitas. Sólo se queda esta nueva arquitectura en funcional y firme, más no bella. No deberíamos restringirnos a hacer simples edificios limitados en forma y estética por la funcionalidad y sustentabilidad, cuando la humanidad es capaz de construir enormes proezas arquitectónicas. ¿Qué sería de edificios como el Palacio de Bellas Artes si sólo se hubiera acatado aquella premisa de utilizar materiales locales para su construcción? Su fachada no sería de mármol blanco de Carrara, y es posible que se hubieran utilizado algunos mármoles locales de menor calidad y belleza, o incluso cantera gris, lo cual lo hubiera convertido en cualquier otro edificio similar a los virreinales que hay en el primer cuadro de la ciudad. 

Ciudad fantasma de Keelung, Taiwán
A favor de la mejor calidad de vida que tenga la humanidad es necesario hacer uso de la tecnología para poder acceder algunas necesidades o comodidades que de otra forma no serían posibles. Y es aquí cuando la arquitectura tiene el poder de solucionar problemas propios de su relación con la naturaleza sin necesidad de prestarse a su juego darwiniano de adaptación, de sucumbir ante su fuerza; más bien, la misma arquitectura ha obligado o puede obligar al entorno natural a modificarse en beneficio propio. El entorno natural puede servir como escenografía o plantilla en blanco para la introducción del objeto arquitectónico y no al revés, ya que la naturaleza es adaptable a la arquitectura que contenga y puede ser modificable en relieves o vegetación, por poner ejemplos. La naturaleza siempre encuentra su curso tarde o temprano entonces es inútil que nos aboquemos a cuidar hasta el más mínimo detalle para no dañarla ya que ella misma puede adaptarse a nuestras construcciones. Y de igual manera, la arquitectura ha podido conquistar los distintos climas y entornos en los que se ha desarrollado. Incluso, suponiendo que si una megalópolis como Nueva York quedará desierta, la madre naturaleza tomaría parte en la repoblación vegetal y animal de la mancha urbana, pero aun así el concreto duraría cientos de años sin cambio alguno, lo que denota la imponencia perpetua de la mano del hombre sin importar los factores climatológicos o ambientales. Otro ejemplo de esto último lo encontramos en el caso de las pirámides egipcias, que por más de dos mil años han permanecido en pie a pesar de estar hechas de materiales y técnicas muy rudimentarias. 

En resumen, varias de las premisas aquí expuestas en contra de la relación primordial entre la arquitectura y el medio ambiente son realmente válidas, pues hemos analizado que el que la arquitectura se encargue de temas ecológicos o piense primeramente en la naturaleza no siempre da buenos resultados, principalmente económicos y estéticos. Es por eso que se debe pensar dos veces antes de contemplar a la hora de proyectar el ámbito medio ambiental, porque puede mermar los alcances de nuestra arquitectura y caeríamos en el juego hipócrita de ayudar a la naturaleza sin apoyarla realmente. De cierta manera hay que dejar que las cosas fluyan y resulte lo que tenga que resultar, pues la arquitectura así como la naturaleza, ambas ponen las cosas en su lugar y no es necesario que se contemplen tan a fondo una con la otra.


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