Concierto del 16 de Junio al mediodía en la Sala Nezahualcóyotl. Concierto para violín y orquesta en Re menor, Op.22 de Henryk Wieniawski y Sinfonía No.9 en Mí menor "Del Nuevo Mundo", Op.95 de Antonín Dvořák en los atriles de la OFUNAM.
De la primera obra no tenía conocimiento alguno. Por un lado, me siento un tanto avergonzado de mostrar mi ignorancia; pero por otro me agrada la idea, pues esa experiencia de ir a un concierto sin conocer la obra que se va a presentar y escucharla por primera vez es única e irrepetible, se puede juzgar con mayor sinceridad desde la óptica subjetiva, desde el "corazón" por así decirlo, sin estar viciado de tantas manías y prejuicios que a veces tenemos los que nos dedicamos a analizar y criticar este tipo de música y sus interpretaciones.
¿Qué les puedo decir de esta obra? Me sorprendió y conmovió bastante, tal vez como no lo hacía desde aquella vez que escuché por primera vez la Sinfonía No.1 de Sibelius. Es una obra con tintes marcadamente románticos, pero digamos que en una línea un tanto más atrevida que sus similares contemporáneas por la evolución formal a la que es sometida, algo hasta cierto punto anacrónico. Es un concierto rícamente melódico y no tan rebuscado en texturas e idiomática, digamos que de fácil digestión. Por otro lado, tiene altas cotas de exigencia técnica y virtuosística que lo ponen a la par en dificultad de otros conciertos para violín, como podrían ser el de Sibelius o Tchaikovsky por citar algunos coetáneos.
En cuanto a la ejecución del maestro Massimo Quarta, quien fungió como solista y director, nos dejó claro una vez más que no es cualquier violinista del montón, pues hizo gala de una técnica irreprochable, con trinos formidables, un sonido de vibrato carnoso y patente, así como la habilidad de sortear los difíciles pasajes que incluían suertes de gran dificultad, como los glissandi, octavas, etc. En cuanto a la orquesta, acompañó con solvencia y cada vez se nota más la autonomía de la misma desde que el maestro Quarta la hace de solista, pues ya no es necesaria en todo momento su intervención como director. La interpretación, si bien no fue personal, si fue comprensiva con el compositor y la partitura.
Desgraciadamente en la segunda parte del concierto las cosas no fueron tan bien como en la primera, pues independientemente de cuestiones técnicas (un corno desafinado en el primer movimiento, desfases en las cuerdas) la interpretación dejó mucho que desear.
De la tan manoseada partitura de la Sinfonía "del Nuevo Mundo" hay grabaciones por todos lados, pero mis referencias son la de Ferenc Fricsay con la Filarmónica de Berlín, una versión escarpada y con aires muy checos; la de Giulini con la Concertgebouw, una lectura muy personal; y por supuesto, la de Karajan con la Filarmónica de Viena de 1985, mi versión favorita; todas ellas distintas y por ende complementarias entre sí.
Pues la interpretación que nos ocupó esta tarde fue en la línea de la de Fricsay pero mal lograda. Desde el primer movimiento se hizo patente que el maestro haría uso de tempi rápidos y agitados, por lo que la exposición del tema principal fue muy atropellada y sin goce de apreciación. El segundo movimiento fue lo mejor logrado de la sinfonía, pues estuvo bien paladeado y logró extraer algunos momentos de lirísmo adecuados; otra cosa es que no sea el mejor movimiento intermedio o lento que una sinfonía podría tener, hasta cierto punto a mi se me ha hecho un tanto plano. El maravillosamente escrito scherzo de igual manera fue rápido, incluso con más nerviosismo de la cuenta, tanto así que no se logró apreciar bien el staccato tan exótico y atractivo en la sección de cuerdas que caracteriza a este movimiento, así como tampoco las intervenciones de los timbales que son magistrales en la partitura; todo sonó precipitado y aturdido salvo la sección central. Y el Allegro con fuoco del final fue algo similar al primer movimiento, aunque la coda sonó majestuosa como debe ser.
En fin, una tarde agridulce en la que es evidente que no se puede tener siempre sintonía con todos los compositores, que a mi parecer fue lo que falló en esta ocasión con la segunda parte del programa, aunque no por esto dejo de tener una muy buena impresión del actual director de la OFUNAM. Y ya veremos como nos va el siguiente fin de semana, pues toca turno a la versión orquestal de concierto del Preludio y Liebestod de Tristán e Isolda, que para mí es la cumbre de la obra de Wagner; dirigirá el maestro Sylvain Gasançon quien espero que no se deje llevar por el ímpetu juvenil y opte por tempi acelerados, pues destrozaría la poesía que conlleva esta obra.
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