In memoriam: Buen viaje a "La Superba"

La gran señora de la ópera ha muerto, la mujer del interminable fiato. El día de ayer falleció a la edad de 85 años en Barcelona, de una falla en la vesícula. El motivo de estas líneas no es el exponer toda una vida de triunfos y, también, uno que otro fracaso, porque para eso podrán ustedes consultar otras fuentes más precisas que mis palabras. El objetivo es dar un brevísimo pero sustancioso recorrido de la voz y formas de hacer de la gran Montserrat Caballé, una de las últimas divas - según mi concepción - que hasta hace poco estaba con vida, de aquella estirpe de magníficos cantantes del siglo XX (aún tenemos a otras grandes entre nosotros, como Mirella Freni o Teresa Berganza). Utilizo el término diva con la mejor de las connotaciones, ya que nunca se caracterizó por tener desplantes sin sentido y caprichitos en cualquier teatro que se presentara, todo lo contrario al estilo una María Callas, por ejemplo.


Si por algo se hizo famosa la catalana, además de por su bello timbre vocal, fue por su inigualable técnica - Plácido Domingo le decía "Montserrat, ¿cuándo vas a respirar?" - misma que le permitió abordar roles distintos y perpetuarse en las grabaciones que hizo de ellos. 

Como primer ejemplo les dejo el aria "Io son l'umile ancella" de la ópera Adriana Lecouvreur del compositor Francesco Cilea. Toda una clase de técnica vocal, por las messa di voce que lleva a cabo (regular el volumen de una nota aumentándolo y disminuyéndolo, algo verdaderamente difícil) y los pianissimi etéreos como el del final de la pieza. Esta aria, que por sí misma es una de las más bellas de la literatura operística, tiene mi versión favorita en la interpretación de Caballé.


Otra de sus fortalezas era el bel canto - a pesar de no alcanzar todos los imposibles agudos como una Edita Gruberova - en el cual se desarrolló con sólidas coloraturas para papeles principalmente de Vincenzo Bellini y Gaetano Donizetti. Para muestra un botón: "Son vergin vezzosa" de la ópera I Puritani de Bellini.


La última muestra de las posibilidades de nuestra soprano es en una de las más famosas y linda arias jamás escritas, salida de la pluma de mi adorado Giacomo Puccini: de la ópera Gianni Schicchi el aria "O mio babbino caro". Nuevamente vuelve a hacer gala de su prodigiosa técnica con un legato exquisito, convirtiéndose en una interpretación de referencia. 


No me queda mas que esperar que hayan disfrutado un poco de su arte, sobre todo como gran interprete que fue de Puccini, Strauss y algunos compositores belcantistas. Claro que deja un vacío en el mundo operístico y un sentimiento de tristeza, pero también un legado precioso. Adiós a mi admirada Montserrat, buen viaje a "La Superba".


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