¿Por qué renegar del español?


Escribo estas líneas para desahogarme un poco, ya que son tantas cosas que me hacen pensar que cada vez es menos la gente que tiene criterio e identidad propios, y más la que pertenece a aquella cultura del envase, que bien llamaba el recién fallecido Eduardo Galeano. Pero hoy sólo me enfocaré en lo que indica el título de esta entrada: el malinchismo que se profesa en contra de nuestra hermosa lengua española. Espero que no me mal interpreten ya que trataré de dejar muy claro el punto que quiero explicar, porque hay que encontrar, como en la mayor parte de las cosas en esta vida, un punto medio; como bien dicen en mis tierras “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”. Motivos o causas para ningunear a nuestra lengua hay muchos, pero a mi juicio, ni uno es válido.


Es un hecho que, por fortuna o desgracia, vivimos en un mundo globalizado, donde todo tiende a la homogeneidad, donde las reglas del juego son puestas (o más bien, impuestas) por los países que gobiernan, principalmente Estados Unidos, donde las tradiciones propias de una región van desapareciendo, aplastadas por la demagogia de civilizar a los pueblos y unificar al orbe. Bajo la enorme sombra que proyectan esas premisas, se cobijan muchas personas que argumentan la importancia de aprender otros idiomas, principalmente inglés. Obviamente es algo innegable y hasta necesario, sobre todo si se es un profesionista o viajero constante. También es cierto que tenemos que utilizar algunos tecnicismos o palabras propias del idioma en cuestión, ya que tienen un significado muy particular, no tienen traducción directa al español o simplemente es el pan de cada día para personas que desarrollan el mismo tópico o pertenecen a algún grupo social-laboral en específico.

Hasta aquí todo bien, pero hay algunos mamones que utilizan los anglicismos a diario: porque se sienten fresas (pijos como dirían en España), mirreyes o hípsters; porque se sienten letrados y personas de mundo; porque suena más nice (sí, el término lo pongo adrede) que decir su sinónimo español; porque está de moda ahora, con tanta serie y película (¿Netflix?), hablar con el argot de la sociedad gringa; porque quieren menospreciar a la gente que no maneja otro idioma que no sea el materno; "porque tengo familia en Estados Unidos y se me pegó"; "porque voy seguido para allá"; "porque mucho tiempo viví en otro país y se me olvidó como se dice tal cosa", bla bla bla… pendejos presuntuosos. 

Si tan sólo supieran lo que expertos lingüistas, de otros idiomas, admiran y hasta envidian de nuestra hermosa lengua. Empezando por la vastedad de nuestro léxico, la cantidad de sinónimos que hay para un solo concepto, la riqueza cultural que hubo gracias al mestizaje y que aún sigue habiendo por las diferencias entre regiones y países, la forma en como se puede decir una idea con mil y un oraciones distintas, los múltiples nexos y demás morfemas que enriquecen y no permiten la monotonía en nuestros textos. Tenemos una de las mejores literaturas de la historia, engrandecida por tantas formas de pensar, situaciones sociales, naciones y épocas que inspiraron a los mejores exponentes de nuestra lengua, desde los grandes del siglo de oro (que decir del genio de mi amada Sor Juanita) hasta los modernos o contemporáneos, aún relevantes en nuestros días. Hasta tenemos - para bien o mal - toda una cultura del albur, concepto que no tiene símil en la mayoría de los demás idiomas.

El español es la segunda lengua más hablada del mundo, tan solo después del chino, y si nosotros que somos sus parlantes no le damos el debido lugar y respeto, que podemos esperar de los no hispanohablantes que le hacen el feo por difícil, por racismo, por clasismo, por demás razones estúpidas. No hago menos a los demás idiomas, al contrario, cada persona debería llevar con orgullo su lengua a las distintas regiones del mundo; pero tal parece que los hispanoamericanos se avergüenzan de sus raíces, su pasado mestizo, su hablar "tercermundista". Hasta los estados en Facebook, Instagram o Twitter son todos en inglés, cuando a veces estas personas ni saben hablarlo y utilizaron Google Translate para sentirse pro. En fin, un sinnúmero de cosas más que podría seguir escribiendo, pero creo que con eso queda claro el porque de mi molestia ante esta situación y, espero, cambie la mentalidad de algunos hispanohablantes que lean esto. Triste es saber que utilizamos menos de 250 palabras distintas al día y el promedio conoce aproximadamente 2,000 de las más de 150,000, sin contar regionalismos, que tiene el Diccionario histórico de la Real Academia Española, hay quien habla de un total de hasta 350,000. 


En resumen, no se trata que seamos eruditos, expertos académicos, miembros de número de la RAE, tampoco que dejemos de utilizar palabras de otros idiomas, sobre todo cuando se les tiene que llamar a las cosas por su nombre o por las razones que ya mencioné en el segundo párrafo, hasta yo las he utilizado de vez en cuando para echar relajo. Sólo no hay que olvidar el idioma que dialogamos, hay que hablarlo con orgullo, hermanarnos entre naciones, ya que es el principal hilo conductual entre nuestras similitudes y diferencias, pero sobre todo, enriquecerlo y difundirlo; esto último es aplicable a todas las lenguas, idiomas o dialectos del mundo. Ahora que, si después de leer esto les queda el saco… creo que es momento que vayan considerando quitárselo. Me gustaría cerrar con el remate del discurso que dio un gran mexicano en 1987, allá en la Universidad de Alcalá de Henares, cuando fue galardonado con el Premio Cervantes: 

"Ahora abro el pasaporte y leo: profesión, escritor, es decir, escudero de Don Quijote; lengua, española, no lengua del imperio, sino lengua de la imaginación, del amor y de la justicia, lengua de Cervantes, lengua de Quijotes" - Carlos Fuentes


Comentarios

  1. Tienes mucha razón, desgraciadamente no valoramos nada de lo que tenemos en cuanto a cultura y diversidad y como bien lo dices,la mayoria lo hace para sentirse muy "nice". Saludos.

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